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La serpiente que quizá, alguna vez, voló.

Y deje de querer hacerlo luego de darme cuenta que jamás iba a retomat vuelo. Mis alas estaban rotas y sólo me quedaba ser un reptil.
Y llegado el momento en donde,  entre la hiedra y el barro, vi un pichón cerca de su hora de vuelo.

Con ese brillo un poco apagado que tienen los caidos en los ojos, no paré de admirar al pichón. Y nos acompañamos en el trayecto de aprender a volar. Llegado el momento de emprender el vuelo, me recordaste que yo era reptil y tu ya un ave. Y aqui te envidio en el barro, y lo que alguna vez sostuvo alas vuelve a sangrar, a arder. Vuelve a doler.

Y yo vuelvo al barro.

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